La mercería y la gran superficie
Consideraciones entorno al Forum de Benicarló

Por Manel Domènech
Gerente de ASEMFO


La próxima liberización de horarios comerciales prevista para el 2005, que está a la vuelta de la esquina, vuelve a reencender el enfrentamiento entre el mediano y pequeño minorista y las grandes superficies. Se reanuda la lucha entre “david” y “goliat”, sólo que todo hace prever un final distinto al ocurrido en el episodio bíblico. No obstante, sería temerario abandonar la batalla porque seria abandonar no sólo la posibilidad de vencer, sino la seguridad de dar por perdida la guerra.

Debemos aceptar que ambas formas de distribución son compatibles, y que pueden y deben coexistir. Siempre la competencia ha sido una imparable fuerza revitalizadora que ha generado progreso, pero siempre que se ha producido en una igualdad de oportunidades y mediante un equilibrio que desarrolle una “selección de la especie” natural, circunstancias que precisamente no se han dado hasta ahora, ni se desprenden del último Informe emitido por el Tribunal de Defensa de la Competencia (TDC) respecto a medidas para la mejora de competencia en el sector de la distribución comercial, que comentaremos más adelante a través del Manifiesto de Benicarló, y comprobarán que el citado Tribunal no ha defendido precisamente al comercio tradicional.


La actividad de la mercería dentro del comercio minorista tiene unas connotaciones especiales respecto a la directa competencia de la gran superficie, que no tienen otros sectores, ya que éstas destinan muy pocos recursos –espacio y producto– a la venta y distribución de artículos merceros debido, entre otras razones, a su complejidad , por lo que se limitan a ofrecer una mínima gama de artículos que podría considerarse de urgencia. Tampoco se ha producido ninguna tensión por los precios de venta, ya que ni hay “ofertas especiales” ni otro tipo de atractivos promocionales que incidan en una marginalidad a la baja y los alejen de los habituales, sino que incluso en muchos casos la superan. Las estrategias de marginalidad las derivan a otros productos de mayor consumo y por consiguiente de mayor interés para el cliente.

Pero una mercería, además de los artículos que le son propios, vende otros –todos lo sabemos muy bien– que en muchos casos aportan a la cifra global de ventas una decisiva cantidad. Nos referimos evidentemente a todos los artículos de géneros de punto (algunas prendas exteriores pero principalmente prendas interiores, calcetería, lencería) y en algunos casos a los artículos de perfumería. Es en estas gamas donde cada vez el comercio urbano y de proximidad nota más la actuación de la gran superficie , en donde más le suele doler a los detallistas de nuestro sector. Pero igualmente , e incluso con mayor intensidad, deben preocupar los grandes efectos secundarios que han provocado y provocan la irrupción de las grandes superficies, los cambios de ubicación de las zonas comerciales, los acusados efectos de desertización comercial urbana y la presión en los tradicionales hábitos sociales, la fuerza mediática que instrumentalizan, la calidad de su oferta laboral, o las maniobras especulativas que conducen a la formación de grandes oligopolios cuyo objetivo no es otro que apoderarse del control de la distribución comercial. No deseamos caer en la comparación superficial, pero es una situación que nos recuerda el actual panorama energético.

No se trata de algo que no nos concierne, o que nos afecta solo de pasada sin que deba preocuparnos demasiado, como pueden pensar algunos de ustedes. Es algo más serio, hasta el punto que puede en muchos casos afectar directamente la evolución de nuestro negocio sea mediano o pequeño, que puede obligarnos a renunciar a nuestro sistema de vida, empezando por los horarios y terminando por los días festivos.

 

Existen muy buenos ejemplos de reacciones ante esta situación que se han desarrollado en campañas sectoriales, multisectoriales y zonales. Existe un constante seguimiento por parte de las organizaciones patronales del comercio para contrarrestar la fuerte presión que ejerce la ANGED, la asociación de las grandes empresas de distribución ,especialmente en la esfera del gobierno central que, entre otras cosas, ve en ello una forma para recuperar el marco competencial del comercio cedido a las comunidades autónomas.

Frente a este estado de cosas, existe una fuerte oposición de algunos de los diferentes departamentos de los gobiernos autónomos, de algunas administraciones locales, que ya no ven como la gallina de los huevos de oro la proliferación de la grandes superficies en sus municipios y si en cambio han sentido alguno de los efectos negativos de su presencia. Pero son los directamente afectados quienes deben reaccionar de forma conjunta y coordinada.

En el Forum de Benicarló las organizaciones patronales del comercio de la Comunidad Valenciana, COVACO; de Murcia, Comypyme; de Baleares Pime Comerç y de Catalunya Pimec-Sefes; se pronunciaron abiertamente en contra del Informe del Tribunal de Defensa de la Competencia, rechazando enérgicamente sus argumentos, considerando que sus análisis y recomendaciones no aportan ningún dato nuevo, ni relevante y se recrean en las peticiones de las grandes superficies para facilitar su expansión y desarrollo, en detrimento de la mediana y pequeña empresa comercial. Consideran que las recomendaciones del TDC injieren en las competencias de los gobiernos autónomos, en especial la de su ordenación comercial, y sus argumentos se basan en opiniones que pueden refutarse fácilmente. Finalmente , denuncian que el informe reclama una proliferación indiscriminada y desordenada de la grandes superficies que solo puede favorecer intereses de especulación inmobiliaria pero no los del consumidor que son siempre lo que las grandes superficies dicen defender.

Resulta curioso analizar como ha llegado hasta nosotros el cambio de la distribución comercial y como ha conseguido reconducir al consumidor hacia su feudo convenciéndole de que sólo la gran superficie vela por sus intereses –por los del consumidor(¿)– mientras que es el comercio de proximidad mediano y pequeño quien los ataca y vulnera constantemente. Como han conseguido entronizar el culto al carrito, el cántico al ahorro, a la comodidad y al servicio, como han convencido a administraciones y sindicatos de su potencialidad en la creación de puestos de trabajo de calidad, que no siempre llegan a cumplirse y, en cualquier caso si lo hacen, son a costa de los del comercio de proximidad, y en muchos casos en condiciones menos favorables al trabajador. Como, en definitiva, han consolidado que su misión en la tierra es exclusivamente velar por y para el consumidor y salvarlo de todos los males que hasta ahora le han aquejado por culpa de los comercios de inferior dimensión.

Admitiremos que el comercio de proximidad ha reaccionado tarde, lo que ha facilitado el asentamiento del nuevo credo de la distribución, propagado a los cuatro vientos con la fuerza de los canales mediáticos. Recordemos que los primeros tiempos de las grandes superficies fueron duros, se llegó a cuestionars incluso su futuro y se otorgaba a los nuevos sistemas de distribución muy poca credibilidad, ¿quién apostaba por un comercio a varios kilómetros cuando tenias lo mismo al lado de casa?

Pero cuando el comercio tradicional lo ha hecho, y ha empezado a plantear una justa oposición, dando a conocer las ventajas que ofrece y el verdadero servicio que ofrece, se han movido otros intereses y se han ejercido presiones para que la defensa de la competencia haya brillado por su ausencia. Se habló en un reciente pasado, que el negocio de las grandes superficies estaba tanto en los márgenes comerciales como en los intereses que producía su “cash” diario, debido a que tenían a raya a sus proveedores con unos largos plazos de pago inconcebibles en otros ámbitos. Era justo la época de los altos intereses interbancarios, algo que ahora nos parece insólito, y al pasar a mejor vida aquella etapa, se generó la actual situación.

No podemos dejarnos llevar por el desánimo y aceptar la situación como algo que nos sobrepasa aunque en el aspecto individual sea así, pero en modo alguno desde un punto de vista colectivo. La red del comercio minorista en nuestro país es muy importante, implica un elevado número de negocios y de puestos de trabajo, es un considerable patrimonio social y debemos defenderlo primero por nuestros propios intereses, pero después como un preciado bien común.

Hemos de concienciarnos y resituarnos, dejar nuestro papel de víctima propiciatoria que hasta no hace mucho se había asumido en gran parte y adoptar lo que en otro tiempo se la habría llamado adquirir “conciencia de clase” actualmente es más correcto denominarlo “proyecto en común” para seguir demostrando quien defiende al consumidor, quien de verdad le sirve, quien está a su lado material y humanamente.

No es un problema de fácil solución. Sabemos que las grandes superficies disponen de medios, de organización, de una considerable fuerza de presión en muchas esferas de poder, pero que el “mundo feliz” que han sabido vender al consumidor no es, ni mucho menos, un mundo perfecto. El comercio minorista mediano y pequeño solo debe reconducir la fuerza de su número para unificar esfuerzos, conseguir los medios, y la estructura organizativa para ejercer la presión suficiente que defienda su supervivencia, asegure su continuidad y le muestre al consumidor cuales son sus valores, su mundo feliz.